Imágenes que te darán justo en la infancia ¡A recordar en 3… 2… 1…!

Porque son las pequeñas cosas en la vida que nos hacen realmente felices.
Nuestra infancia quizá fue más increíble que la que están viviendo los niños de hoy en día, pues nuestra generación conoció la dicha de jugar en las calles a la pelota o a las escondidillas, y tuvimos el grandioso placer de comer dulces que hoy ni siquiera existen.


Todos nuestros grandiosos días los pasábamos al aire libre, y no hay duda de que nuestra mejor época fue la de la infancia. Así que prepárate porque tal vez estas imágenes te den un golpe justo en la infancia y te recuerden que fue totalmente increíble.


CEIP LEÓN Y CASTILLO

El juego es una actividad innata y propia de la infancia. El juego sigue a la vida del ser humano en sus diferentes etapas evolutivas, pero a diferencia de los adultos, para quienes se identifica claramente cuando están jugando y cuando no, los niños y niñas viven su evolución como un juego en sí misma. Es por ello que nuestro acercamiento como educadores será a través del juego.


 El juego infantil constituye la acción en la que el niño o niña satisface su necesidad de aprender. Esto no quiere decir que el juego acompañe a la acción de aprender y que ambas sean dos realidades paralelas o interrelacionadas, significa que juego y aprendizaje forman un todo indisoluble.

Los niños y niñas tienen la capacidad lúdica asociada a cualquier acción que realizan debido, posiblemente, al esfuerzo que supone el aprendizaje en los primeros dos o tres años de vida.

Sin una motivación producida por la vivencia placentera de su tarea sería impensable que pudieran desarrollar tal cantidad y variedad de aprendizajes en tan corto espacio de tiempo.

En la primera infancia se convierte en juego cualquier experiencia y es jugando como se realizan la mayoría de los aprendizajes. Desde esta perspectiva el juego, la vivencia lúdica es indisociable del esfuerzo y del aprendizaje.

Como el niño o la niña tiene que aprender tanto, en tan corto espacio de tiempo, precisa de la suficiente motivación que justifique el esfuerzo. Al "no parar", intentando agotar las posibilidades exploratorias que se le brindan, decimos a menudo: "es incansable". La realidad es que los niños y niñas sí se cansan de descubrir, un día representa miles de aventuras y experiencias nuevas que se van sumando a su aprendizaje y desarrollo. Luego llega la hora del descanso: la cama y el niño "cae rendido", pero mientras no alcance ese nivel de agotamiento podrá seguir jugando, porque la vivencia placentera le impulsa a mantener una tensión activa. 

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